Me gusta que me llamen loca, pues sé que no lo soy y despegarme del instinto del razonamiento sólo me da sonrisas, porque el corazón se confunde y la mente también con tanto que entender, con tanto que sentir, con tanto que tocar... Hoy los labios son más que materia viscosa y las manos palpan firmes lo descuidado hasta que perciben el cambio de sector, lo frío no rueda y guarda su figura sobre las colinas de sus hombros, lo asustadizo aún radica en mi médula y se escapa de vez en cuando esperando que, si no es la misma, exista, al menos otra, barrera de contención que pueda defender lo que percibimos, lo que vemos, lo que queremos mostrar y lo que somos... Estoy recogiendo mis pedacitos por la historia y al irlos cosiendo llevo más de algún tramo de alguien, no es por mezclar personalidades, es por tomar sus resúmenes y ponerlos con creses en mi esternón, para sorber los tramos de los tragos fuertes y suaves que me propinan, por cegar mi cabeza con una realidad tergiversada. Estoy extrañando, no los tiempos... Más bien a quienes estoy perdiendo sin poder hacer más que llorar y rogar porque acepten mis acciones, sí, mis acciones, esas en las que observo detenida cómo mi alma se escapa a buscar gritando por los callejones, esas en las que, por más que mis harapos se empapen, luego el agua se les evapore con el sol y se entierren con la arena en que quedó convertido mi cuerpo, todo conspira tendiéndome trampas para encontrarme, dándome la fatiga de tener que soportarme, por eso admiro a mis amigos... No es que no quieran, ni que sean malos... es sólo que no saben de la urgencia para crear más tiempo.
Catorce estupendos días de sol, más uno de arraigada lluvia...