Siempre he creído que hay alguien detrás de los espejos, suelo mirarlo y preguntarle cosas, pocas veces me responde, generalmente me mira y en su repaso soporta demasiada información, como agobiado de tanta luz, como cansado de tanta bondad y desequilibrio, no es capaz de comerse las trufas alegres de una algarabía hecha en casa, no es posible para él digerir, al igual que yo, el verano, porque ansiamos el frío colado, que seduce para los abrazos espontáneos, que por naturaleza nos a cerca a la gente, que por instinto nos hace comer, beber y acostarnos, que nos embriaga los ojos y pasa la pasión a las manos, que induce a baños compartidos, que nos llama a juegos inmorales...
El hombre de los espejos lo sabe todo, no se le va ningún detalle, le faltarían palabras para describir nuestros cuerpos, habla todos los idiomas y en su piel tiene tatuado el nombre de la tierra, por las noches no descansa y trabaja haciendo los reflejos del mañana, por el día espía para sacar nuevas conclusiones, para ayudarnos a descifrar nuestros problemas superfluos, para crearse nuestra imagen, para tenernos y atiborrarnos de nosotros.
El hombre de los espejos vive en mi casa y soporta mi vanidad, conoce como nadie mis ojos, procesa mis defectos, me sabe perversa, indaga perfectamente cuando he llorado o cuando he besado a alguien, también cuando tengo ganas de hacerlo. Él no es fácil de persuadir, ama la verdad como a nadie, él ama como nadie ama, porque si nuestra imagen no refleja lo que somos no es porque mienta, sino que equilibra nuestras vidas para hacernos jugar, para hacernos creer y soñar con que descubrimos a otros...
¿Nunca te has hecho partícipe del trance? Mira, mira, MÍRATE! Y logra girar los ojos, médrate y súbete, préndete y síguete húmedo, solo o con otros en una orgía eterna de plata, en una cama de piedra, en la luz de lo oscuro, en la música de tu pulso, cuando éste te falle y le falle a los otros. Todo contemplado por el dios del fuego, el rey de los espejos, el sabio de nuestras mentes, quien también mora en nosotros, y le gusta contarnos cuentos de los demás para darle diversión al mundo, para provocar conflictos, emperador del imperio, el jefe de los hombres espejo, ¿No lo has visto divirtiéndose contigo mientras el hombre de los espejos trabaja frente a ti?
Hoy el hombre de los espejos me invitó a seguir el otoño, a pisar las hojas secas en grandes avenidas, a embozarme, a tomar un café, a comerme el cielo a cucharadas... y acepté... Creo que olvidó un rato mi maldad o le gusta, creo que añora mis besos y abrazos desperdiciados, creo que quiere mis largas horas, que no le importa que el fuego de mis ojos tergiverse lo que es y no veo, que no le interesan mi corazón frío ni mis manos traviesas...
El hombre de los espejos lo sabe todo, no se le va ningún detalle, le faltarían palabras para describir nuestros cuerpos, habla todos los idiomas y en su piel tiene tatuado el nombre de la tierra, por las noches no descansa y trabaja haciendo los reflejos del mañana, por el día espía para sacar nuevas conclusiones, para ayudarnos a descifrar nuestros problemas superfluos, para crearse nuestra imagen, para tenernos y atiborrarnos de nosotros.
El hombre de los espejos vive en mi casa y soporta mi vanidad, conoce como nadie mis ojos, procesa mis defectos, me sabe perversa, indaga perfectamente cuando he llorado o cuando he besado a alguien, también cuando tengo ganas de hacerlo. Él no es fácil de persuadir, ama la verdad como a nadie, él ama como nadie ama, porque si nuestra imagen no refleja lo que somos no es porque mienta, sino que equilibra nuestras vidas para hacernos jugar, para hacernos creer y soñar con que descubrimos a otros...
¿Nunca te has hecho partícipe del trance? Mira, mira, MÍRATE! Y logra girar los ojos, médrate y súbete, préndete y síguete húmedo, solo o con otros en una orgía eterna de plata, en una cama de piedra, en la luz de lo oscuro, en la música de tu pulso, cuando éste te falle y le falle a los otros. Todo contemplado por el dios del fuego, el rey de los espejos, el sabio de nuestras mentes, quien también mora en nosotros, y le gusta contarnos cuentos de los demás para darle diversión al mundo, para provocar conflictos, emperador del imperio, el jefe de los hombres espejo, ¿No lo has visto divirtiéndose contigo mientras el hombre de los espejos trabaja frente a ti?
Hoy el hombre de los espejos me invitó a seguir el otoño, a pisar las hojas secas en grandes avenidas, a embozarme, a tomar un café, a comerme el cielo a cucharadas... y acepté... Creo que olvidó un rato mi maldad o le gusta, creo que añora mis besos y abrazos desperdiciados, creo que quiere mis largas horas, que no le importa que el fuego de mis ojos tergiverse lo que es y no veo, que no le interesan mi corazón frío ni mis manos traviesas...