viernes, marzo 18, 2022

Hay días y días

 Los días que han pasado por mi, me suenan hoy fríos y lejanos. Siento su eco de vivencia en mi interior como un tambor resonando en la penumbra.

Así,  no había pensado en que, días nublados, recompondrían mi escritura. Su oscuridad y resquemor hicieron brotar las brasas de la creatividad. La elevaron suave en el aire, la golpearon con rayos de luz, la agitaron con su tempestad y la abofetearon, enrostrándole el lápiz y el papel para que escribiese.

A mi me gusta el frío, pero... ¿Sabes qué? Había olvidado que el motor del onírico era la inestabilidad, que la mente trabajaba otrara a calmarla, que el alma se vuelca en equilibrarla, que el cuerpo se agobia buscando soluciones...

Así  pregunto, ¿Qué  día  llegará  la calma? 
Si los que son de sol y risas me llenan el corazón. Si los que son de caricias me prenden la piel, la queman desde adentro como el fuego que sale del corazón del dragón. 
Si lo que sueño se personaliza en este ser carente que veo en el reflejo...

Y, así, vuelvo a preguntar, ¿Son los días de otoño los que me hacen resonar? 

Y pienso en el pasar de los meses y años. 
Y siento como crece en mi vientre la semilla apernada de los días  de octubre. 
Y veo como sus ramas calan mis venas y beben de mi sangre, se alimentan de mi cuerpo y germinan en mi raíz. Vivo su primavera y siento su invierno hiriente.

Hay días  que quisiera  sacarme el calendario para no saber si es lunes o jueves. Hay días en los que espero no contar los segundos para sentir que estoy viviéndolo.  

Y pienso en el arcoiris del multiverso, donde en cada estrofa, los días tienen un final diferente. Imagino todos los detalles, son vívidos para mi, los siento...

Y así, esta orate, se trastorna de más pensares y de deseos de días, meses y años que no vendrán. Porque no hay vida en la percepción  del tiempo, porque, al parecer no hay nexo real, porque debiese poder vivir sin besar los segundos, sin marcar las rayas de las rotaciones del sol en la pared.

Y yo, que soy arañosa, soy a la vez ancla y martillo, soy redoblés del cantar del infinito, soy contienda de la arena que vaga libre por la playa, soy el riel que se dobla gentil para curvar el tren del tiempo, soy la sutileza, soy la rudeza y también  soy la mentira descarada.

Y yo, que soy la marca de agua que atraviesa el celeste del cielo, soy a la vez luna y sereno, soy etéreo  ser y raso de suelo, soy concreto pesado y ser tangible,  y también soy la pelusa de cardo que vuela sin marca descarriada.

Y yo, que ya sé  que soy, sé  que hay días  y días...


domingo, marzo 13, 2022

El viento, el árbol, la pantera y la semilla

 Quiero contarte que mi cuerpo es un árbol  grande y frondoso,
Que mis raíces nudosas a veces atisban la tierra y evitan el nuevo sembrar.
Que mis ramas, deseosas de sol, se estiran cada mañana.
Que en otoño  me cambian las hojas por cada nuevo abril
Que en primavera me río de los, siempre positivos, azares olorosos de los limoneros y me quejo de los abejorros revoloteantes.

Quiero contarte que hay días obscuros en los que mi sombra me hace pensar que se acabó  el día  y que las noches ya no tendrán  final.
Quisiera contarte, viento cambiante, que tu aroma me trajo loca tanto tiempo, que un día olvidé  que necesitaba nutrirme para seguir floreciendo.
Que olvidé  que necesitaba agüita para hidratar mis hojas, que sin ellas no puedo crecer...

Y es que, un día, perdida en la alta gracia de esta dinámica frenética y metódica, se me quebró  una de las ramas principales y, meditando, convenciome  a mi misma, que debía  repararme.
Busqué  por todo el bosque al mago extraño y desagradable, sus hechizos  y revoltijos sólo el los entendía, alababa y respondía.
 Entonces, en proceso de reparación, divisé una semillita de condimento que palpitaba suavecito y tierno en su lugar.

Yo sentí que de mi árbol salió  una pantera, se movió  por mis ramas tratando de escuchar de dónde  venía ese latido, curiosa,  quería descifrar por qué  podía ser tan dulce en un ambiente tan agrio.
Así  vi a la pantera tratando de ser pequeña  y desapercibida, quería caber en cualquier capullo que le permitirá saber qué  era ser "semilla".

Y cada día que se sentía ese palpitar, la pantera salía tímida de mis ramas, miraba con precaución y se movía a tientas para no asustarla, sólo quería saber qué  plantita brotará de tan tierno tamborcito.
Y, un día que la semillita no se vio más, la pantera saltó  de mi árbol  y escarbó la tierra buscando la semilla, recorrió ríos, montes y miró  el cielo, pero no la encontró.

La pantera no buscaba nada, así  que regreso a buscar cobija y abrigo en mi. Nos había tocado tanta tempestad, que sólo  se obligó a enfocar en mi rama rota, se quedó lejos de ella para no ayudar a que ambas nos rompieramos más.

Pero antes que el otoño diese paso al invierno, vimos, la pantera y yo, aparecer una hojita rara y desconocida. Yo le presté  altura y calzado para que se acercara cautelosa, para que su negro color no le espantara. 
Pero la matita de semilla ya tenía frutos, ya tenía vida,  todo a su alrededor estaba calzado. Y la pantera, la pantera curiosa sólo quería  escuchar el palpitar.
Así  se quedó, merodeando a los pies de mi tronco y a distancia de la matita. 

Tanto, tanto se paseó  la pantera para escuchar el corazón  de la matita, que esta  un día estiró su hojita y le rozó  el alma.
La pantera, entonces, se salió  de mi protección y se quedó  haciendo camino, esperando ser rocío, solcito, cascarón de caracol, ser lo que fuese para vibrar su alma así  otra vez.

Entonces, viento, quiero contarte que se me olvidó  tu brisa, que no quise más  bailar a tu ritmo, a tu tempo. Quiero contarte que tanto caminó  la pantera alrededor  de la matita, se que encendió  su caminar, que sus patas hicieron brasas, que ese fuego se extendió  hacia mi y me quemó
Mi madera ardió  tan fuerte que olvidé  de nuevo nutrirme para seguir floreciendo, que olvidé  el agüita para hidratar mis hojas...


[Leer con "Carta" de Silvana Estrada de fondo]