¿Cuándo llegaremos a las 100? Si vine a la fiesta fue para divertirme, si me cambié de casa es para renovar y poder presumir que he dejado la anterior, por algo mi nombre, entonces es realmente tonto que me traiga todo lo nuevo, por ende, al ser éste sólo un ensayo: Te dejo en mi morada antigua, no intentes llegar a la nueva porque debes advertir que no estaré ahí. Si te leo es para conocerte y al hacerlo, alocada, te mezclo y desconosco, por eso no alardees, por eso no quieras quererme, por eso aléjate, déjame.
Porque nací para ésto.
Ya no quiero jugar contigo, sólo pensemos que me cansé, que he visto titilar los hologramas, que me senté en lo más sublime de tu alma y que evaluando el asiento lo sentí bello e inmerso en el lodo derredor más intenso y fangueado y no tengo ganas de pasar de nuevo por él entonces me teletransporto, me voy lo suficientemente lejos como para no verte, hablarte ni escucharte, como para que entiendas que sí tiene sentido: Porque no quiero vivir ese dolor, ni quiero compartirlo con todo el mundo que tiene y maneja tu nombre, porque sí me gusta esa privacidad de amante, porque todo lo demás da lo mismo y ya no hay nada que no me sepa a él: Por eso me gusta el café, por eso me envicia, me enerva, me inerva: Ja! Como él.
Para eso estamos, mi amor.
Léete mentiras S.A.
Hasta nunca.
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