No seas egoísta, femenina y tortillera, vida de mierda, que me quieres sólo para ti y no me dejas besar. No me imites, terca y sorpresiva, que le hubiese saltado encima y lo hubiese despedazado, si no fuese tuya, a mi pesar...
Qué me importan las felicidades de miembros colgantes sin ayudantías de suave sostén. No quiero comerme, no quiero que me mires ni me toques casual mientras otros me admiran y desean de mi...
Deja que el frío aire primaveral penetre mi pecho y mi cuerpo mientras me lame el agua que contiene aquel árbol, mientras gozan de mi y yo ahí, plantada sin espasmos, como sumergida en la nada como absorta por lo que sucede...
Casi sentí su cuerpo firme y liviano sobre el mío, más dañado y pesado por suciedades, por que te tengo encima, vida sucia, porque aún dañas mi expediente. Porque sumando olores sus ojos son limpios de maduros y libres de nosotras, lejanos a nuestro cuerpo compartido con quienes plazcan de nuestra cama.
No seas arribista, coqueta y lesbiana, que a putadas entiendo que ganaste en el pacto, que me he vendido y de libertad nunca he sabido, que de alegrías son las menos más planas estructuras nombradas así para pensar en sentir.
Has sido siempre ingrata, has mermado mi cariño, mi placer y, por sobretodo, mi orgullo.
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