Dejé de pensar... Dejé estancada mi inteligencia en las aras de una tierra infértil: Cuando entramos en sansara, cuando impedimos la visión diáfana, cuando nos envolvemos de las mentiras de otros, las mentiras de la vida, cuando nos dejamos enceguecer por el afán de sobrevivencia para no competir en un medio y que te mueva como una masa, para cruzar el semáforo cuando todos cruzan, para pararte en la misa cuando todos lo hacen, para gritar cuando todos gritan, para mirar en cierta dirección cuando otros voltean la cabeza...
No tengo religión, no tengo dios, ni creencia política definida,... Me estoy formando, y nunca dejaré de hacerlo, soy un ente en búsqueda, un ente cambiante, fácilmente modificable por argumentos potentes a mi parecer, soy una figura moldeable: No a la conveniencia, sino al bienestar común.
Dejé mis dioses votados para creer en la gente, pero ellos son como yo y me fallan constantemente, he perdido mi voluntad, no la encuentro hace tiempo, siento que mi búsqueda ha sido lenta, sé que hay otros que saben más que yo y tengo claro y que nunca lo sabré todo, que nunca estaré a la velocidad del tiempo ni aunque viviera eternamente, por eso no pretendo todo. Ambiciono y no considero eso malo, ambiciono la felicidad e intento encontrarla, mis elecciones van por eso. Yo no peco, no le tengo fe a los 7, no les creo, sé que sin conocer las cosas no seré capaz de dejarlas, por eso nunca me arrepiento, por eso lucho desde lo que conozco y creo: Mis edificaciones no son de acero porque los soles más fuertes son capaces de derretirlos, son de madera, el material más noble, para que no sean tan bruscos, para que sean naturales, para que, si el sol más fuerte se acerca, evolucionen en cenizas y fertilicen la tierra para un árbol más fuerte.
Ahora sé la verdad y estoy intentando comprenderla, no sé a qué punto llegará mi cabeza, pero me prepararé para todo y por todos. No tengo herramienta más fuerte que esa, aunque mi cuerpo me acompaña, sólo quiero hacerlo sufrir menos, lejos del silicio de pararayos, lejos de magnetos ilusos en vidrio, lejos... Quiero que resista los fuegos más intensos, y que merme las heridas más profundas, que asemeje a la nada mi pulso, para cuando no exista el aire, para cuando el agua se coma la cordillera, para ser anfibia en un mundo nuevo, para ser extrasensorial y aún humana.
No sé querer, ni sé amar, aún tengo la noción exhaustiva y playera armoniosa de la herencia, como todo lo que nos han cedido, aún tengo ese apego pseudosentimental por la materia y por mi, quiero vivir, para saber qué se siente, qué pasará con la vida, con los demás, quiero saber hasta qué punto somos capaces de llegar, de llevarnos al límite, de trastornarnos manteniendo las corazas de normalidad dentro de una vida de conspiraciones.
De alguna forma siempre me he sentido escogida y sé que nada por lo que he luchado ha sido en vano. Dejé de pensar, dejé de inteligir cuando me planté en mi cuerpo, cuando creí que yo era célula y olvidé el recambio y olvidé la metástasis y la apoptosis y olvidé lo sabios que éramos, y reduje mis sentidos a la falsedad, a mi falsedad servible, en la que todo será ilegible.
No puedo crear vida en mi porque estoy árida, porque soy un desierto que estudia sus ínfimas rocas para idear la forma de alimentar sus cristales, por eso la omito, por eso, lucharé hasta jaquear los brillos de una existencia sombría, voy a pelear, pero porque venga luego en un mundo mejor, más limpio, más libre, más lejano y distante, para que se sepan simétricas mis manos y perfectas al pensar de otro, otro tan capaz como yo, de darle a mi hijo la evolución, de entregarle las opciones que quiera para su futuro, quiero que sepa que el éxito no lo es todo, que lo más importante es perder, para aprender a levantarse, para aprender a defenderse, a defenderse de uno, porque: Creyendo en los demás, en lo que puedan hacer gracias a lo que puedan pensar y por lo que pretendan luchar, no son ellos el peligro, somos nosotros, respecto a lo que ellos hacen en nuestro entorno, que en realidad no es nuestro, ni de nadie... En nuestro entorno, que es del entorno.
No tengo nada claro en la vida, no quiero nada específico, ni tengo intención de quedar en nadie, pero veo todo como algo interesante, como el regalo más infinito de hacer lo que queramos, de ser lo suficientemente abstractos como para pasar por estos minutos sin dejar rastro, somo tan ínfimos y, por tanto, tan magníficos, tan alucinados en un universo, tan insertos en una fiesta tan grande, en un paquete en el que todas las células, átomos, todas las formas sin nombre y las no formas son distintas, somos distintas, somos acoplados de verdad e infartos de mentiras, andamios de andaluces, estrategas de batallas solitarias.
No he decifrado hasta el momento si quiero luchas masivas, creo que me escapo de ellas para llover, para sentir que nada, ni el amor, detendrá mis sueños, que ni... La fuerza de los espejos, del agua y de todos los fuegos y poderes de la tierra será capaz de rebatir las ideas del viento. Es el viento el sabio: Nos limpia la cara, a veces la ensucia, pero logra traspasarlo todo y en su canción moviliza sus pensamientos como semillas y las planta en quien lo escuche, y se lo regala a quien lo admire: Porque el viento tiene los colores y los olores más exquisitos, porque el viento, al igual que el mar, al igual que el todo, te indica la vía en que tú puedes aprender, te da los elementos para que si, realmente lo quieres, si realmente lo buscas, puedas amar donde quieras, a lo que quieras, en el infinito.
Yo me relego de aquello, yo intento evitarlo por considerarme inaudita e incapaz, entiendo que pasada mi reclusión viviré y que he tomado las mejores desiciones, que he vivido con muchos errores, que todos me han hecho crecer y, no por eso me han sido placenteros, algunos,... Pero entonces, cuando termine la tierra y beba los licores que me inerven del Amar, que me revelen que no importaba lo concreto y tangible, mis ambiciones serán agua pura y mis poros cavida abierta a palabras de dulzura, las armas más mortales en una vida envidiada de dioses, antojadiza de falencias gratificantes.
Esta soy yo, la mujer del 12 y después de éste. Aquella sin forma, ni material, aquella intangible e inagotable, aquella que se sabe abstracta y comprende que es el mejor de los dones.
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