Y cuando creía que la vida no tenía nada más que enseñarme, seductora y sedienta se mostró ante mis ojos... Me miró hacia dentro, cual caleidoscopio, con las imágenes y los sabores más perfectos y sincrónicos dentro de mi ser. Me miró hacia dentro, como el viento que se cuela por los pasillos queriendo acariciarlo todo, queriendo impregnarse en todo, y con sus ganas tremendas y terribles quería poder contenerse, aunque fuese un ratito, en ese frasco de instante que le ofrecía...
Y cuando le permití mirarme, a la vida, no le bastó sólo con eso, ...Quería percibir mi perfume, impregnarse de mi esencia, deleitarse con mi sabor por todo su abstracto cuerpo, por todo su infinito dominio delirante, por toda esa cálida y tersa piel etérea,... Entonces le permití saborearme y cuando creí que estaba, al fin a gusto, envuelta con el manto de mis brazos, acariciada por lo más suave de mis pulpejos, quiso mirarme nuevamente y mostrome sus lágrimas de oro, viendo yo lo más profundo de sus ojos de mandalas, de su corazón de vapor, de su voz de mantra...
Y quise mirar aún más adentro y quise intoxicarme con el elixir desbordante de la pasión atrevida del abismo de esta vida exasperante, que me tenía alucinada e intrigada... Entonces, sequé sus lágrimas y mis dedos se volvieron humo, se hicieron nada en ese rostro tan tornasol, ¿Qué podría hacer mi diminuta existencia ante tan álgido monumento de eternidad? Parecía el tiempo estancado en su belleza tan profunda y tan lejana, porque cuando quise soltar la rienda, su mano se transformó en un arcoiris de sensaciones, se enredó en mi cuerpo, me vistió de su carne de luz, me suplicó que besara sus labios rebosantes de rocío y ante mi rechazo, en vez de alejarse, me anheló aún más, como si hubiese sido el personaje de una película, que sólo podía ver por la pantalla, que sólo podía acariciar en el pensamiento. Pero que en ese instante, en que quiso mirar más adentro, luces y cuentas del caleidoscopio rodearon su eterno cuerpo, se convirtieron en una cinta de colores que nunca se ató, sino que nadaba por el fluido eterno del amor, el amor de la vida y las vidas que fueron, el amor y las vidas que serán, la energía que estuvo, la energía que está, la que se transforma y la que te permite dar el sabor de la vida...
Y quise mirar aún más adentro y quise intoxicarme con el elixir desbordante de la pasión atrevida del abismo de esta vida exasperante, que me tenía alucinada e intrigada... Entonces, sequé sus lágrimas y mis dedos se volvieron humo, se hicieron nada en ese rostro tan tornasol, ¿Qué podría hacer mi diminuta existencia ante tan álgido monumento de eternidad? Parecía el tiempo estancado en su belleza tan profunda y tan lejana, porque cuando quise soltar la rienda, su mano se transformó en un arcoiris de sensaciones, se enredó en mi cuerpo, me vistió de su carne de luz, me suplicó que besara sus labios rebosantes de rocío y ante mi rechazo, en vez de alejarse, me anheló aún más, como si hubiese sido el personaje de una película, que sólo podía ver por la pantalla, que sólo podía acariciar en el pensamiento. Pero que en ese instante, en que quiso mirar más adentro, luces y cuentas del caleidoscopio rodearon su eterno cuerpo, se convirtieron en una cinta de colores que nunca se ató, sino que nadaba por el fluido eterno del amor, el amor de la vida y las vidas que fueron, el amor y las vidas que serán, la energía que estuvo, la energía que está, la que se transforma y la que te permite dar el sabor de la vida...
Entonces, cuando nos pusimos de acuerdo y, tanto la vida y yo, nos miramos a lo más profundo de nuestros ojos, fundimos nuestros labios en un sonido tan perfecto, que no existe música tan hermosa reproducible, que no existe sensación más sublime, que no existe momento igual, que el romance se hizo en esa milésima de segundo, que la danza se creó en nuestro movimiento, que cerré el frasco para que ese viento quedara quieto un instante, quedase congelado por la puntada de amor, clavada en lo más profundo del corazón de vapor de la vida... Y aunque al destapar el frasco toda esa esencia se hiciera nada, en algún recoveco de nuestras mentes quedara guardada tal pintura de amor que debiese incluir el cielo del universo para poder contemplar otra vez tantas estrellas como aquella noche, que faltarían colores en la paleta para mezclar sensaciones , que la vida se hacía cíclica intentando volver a vivirlo, que en esta vida o en las otras, en algún momento, buscaría una vibración tan natural como esa.
Y como se encargó de sorprenderme, vida infinita. Te espero hasta la próxima vida.
Jabirah - Ejria Hatvi
Jabirah - Ejria Hatvi
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