El viento coge suave las puntas de mi pelo y las alborota, luego acaricia con su invisible vapor mis labios trémulos y lanza palabras silbantes contra mis oidos, me cuentan que el sol visita otro sector del universo, que no descansa y vive en eterna fiesta, que seduce a las estrellas quienes, luego de su pasada por nuestra casa, llegan persiguiéndolo sin saber que no tiene amor más grande que por la luna que bajo el antifaz candente muere por la severidad de la mirada más pálida y pura de lo eterno, esa que grande y redonda ilumina los pastizales que de noche se refriegan acomodándose al dormir y que recogen los frutos de los que los focos no ven. Y con los pies colgando sobre el agua, escuchamos la música que se nos antoje al acompañar el movimiento de los álamos vecinos, vamos durmiendonos junto con el amarillo de los montes mientras comenzamos a flotar y comienzan las hogueras en la terraza, los tambores alrededor del arenal nos invitan al cálido movimiento de caderas y las manchas blanquecinas se apoderam de la obscuridad de la nocturna carente de reina aun... Sobre el puente y colgando, sobre la vida de agua dulce, sobre lo material y sobre lo irreal, me aparto de los sonidos que me impiden tocar el atardecer.
domingo, octubre 21, 2007
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