viernes, noviembre 20, 2009

Luz

La libertad, cuando deseamos encontrarla, el sabor suave y prolongado del aire, la armonía aletargada de la vida... Todos los cantos unidos en un silencio eterno, la bondad de lo intocable, la inspiración de lo inpensable, cuando se acaben los dolores y el alma encuentre paz, entonces, sólo entonces, el cuerpo responde a las armas de la mente, a las exigencias del pasado, del presente y del devenir, a los sueños...
Cuando mi mente cranea, mi alma anhela, mi cuerpo transmite y mis planes están en campos similares, cuando mi voluntad es inmutable, cuando mi espíritu es invencible, cuando los tiempos de energía traspasen los límites, ahí es donde quiero llegar... Donde nadie hace acotaciones, donde no hay cercas, ni púas, donde no existen abismos, donde todo es lo mismo, donde todo es Amor.
En el minuto en que la felicidad se alcance y se separe el alma de todo, tan amplio y tan suficiente, para admirar y amar, para saber dejar y acompañar... Entonces, no hay nada más que aire, no hay nada más que éter, no hay más que paz y música, no hay más que equilibrio...

Cuando nada me toque, cuando nada nos alcance, cuando tú puedas ser yo y yo pueda ser tú, cuando olvidemos menesteres humanos y sólo sea música y sensaciones lo real, cuando podamos vivenciar lo abstracto, cuando bebamos la locura de los días, del manejo del tiempo, de la algarabía de lo eterno que es la perfección, cuando se siembren soles para que nazcan en noches de agua las mil estrellas del mar, cuando Eolo se coma mis temores y Afrodita me lance mil corazones, cuando mi guitarra pueda acariciar mis dedos y, yo, abrigar mi cama. Cuando la oscuridad cobije la noche, cuando el ámbar se mezcle con los labios del insano, cuando las conexiones del alma se muestren en el pelo y los sastres logren tejer trajes de libertad, porque yo quiero ponerme uno de esos y que me quede bien grande, para que quepan todos los que quieran, para no tener que repetirme: Yo soy lo que he armado, según lo que he escogido de la bandeja que me dio la vida, soy mi propia construcción, me encajo y desencajo al gusto de lo que mi mente quiere hacer mediante mi cuerpo según lo que cree. Yo soy mi Dios, y la gente es mi alimento, gracias a lo que sus Dioses les permiten y les dejan hacer.

La primavera nunca me ha gustado, porque es una mentira... El otoño siempre ha sido bondadoso, recoge todo el tiempo, la sed y la materia que necesito, recoge mis deseos, mis anhelos y me hace trenzas de neuronas. El tiempo ajajaja... Es todo lo que tenemos de base para ser felices, es el inicio de nuestra construcción, cómo lo aprovecho, cómo lo acaricio, cómo lo malgasto... Cómo me come el viento!