jueves, agosto 12, 2010

El mensajero

No le tema a mi piel curtida, no creo haber tenido en cuenta los días lejanos, donde la aspereza se haga suave, para que cuando camine hacia el encuentro y logre preguntarle el por qué de su distancia, se me haga más asequible el paso espaciado. Cuando destine la fuerza interna en las ganas de la pelea, cuando yo ya no pueda negarle mis arrugas, cuando ya no pueda negarle las caricias que se esperaron por años, cuando sea el mejor panorama terminar en el río, terminar en el bosque, terminar ardiendo,... ¡Qué hubiese sido mi historia! Todavía logro ver los destellos de luz en ese cabello suave, los dedos largos en una mano infinita: Mordidas certezas casi malévolas ante ese canto tan motivante, ante ese amor tan arrasante. Como si pudiese plantarme en el mismo cuerpo baldío y cubierto para silenciar dolor, para silenciar ganas de amor.

Quien nunca quiso ser amado, quien siempre se negó a algo más que piel, quien nunca exigió nada y ahora teme pedirlo y perderlo todo. Elevado está el punto en el que culmina la oscuridad y se siembra el sol, nadie es mejor para exportar luz, nadie es mejor para sembrar paz, no hay mejor olor... No hay como separarlo al dormir, no hay.

Y cuando usted se acerque y pregunte quién soy y que pretendo, le responderé lo que ya sabe, y cuando usted se acerque y pregunte para quién y por qué, yo le diré: No lo seguiré donde usted vaya, sino que usted me llevará consigo, no haré nada que yo quiera, sino lo que usted me pida, no pensaré en usted sin que usted piense en mi, no me permitiré otro aroma y otro sabor, porque aunque lo intentase, nada más se impregna en mi, porque usted me invitará a su pensamiento, porque usted me interrogará con su actuar y su mirada, porque donde vaya usted, ahí estará mi corazón, porque donde usted vaya ahí estará mi pensamiento y mi cuerpo.

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