domingo, marzo 13, 2022

El viento, el árbol, la pantera y la semilla

 Quiero contarte que mi cuerpo es un árbol  grande y frondoso,
Que mis raíces nudosas a veces atisban la tierra y evitan el nuevo sembrar.
Que mis ramas, deseosas de sol, se estiran cada mañana.
Que en otoño  me cambian las hojas por cada nuevo abril
Que en primavera me río de los, siempre positivos, azares olorosos de los limoneros y me quejo de los abejorros revoloteantes.

Quiero contarte que hay días obscuros en los que mi sombra me hace pensar que se acabó  el día  y que las noches ya no tendrán  final.
Quisiera contarte, viento cambiante, que tu aroma me trajo loca tanto tiempo, que un día olvidé  que necesitaba nutrirme para seguir floreciendo.
Que olvidé  que necesitaba agüita para hidratar mis hojas, que sin ellas no puedo crecer...

Y es que, un día, perdida en la alta gracia de esta dinámica frenética y metódica, se me quebró  una de las ramas principales y, meditando, convenciome  a mi misma, que debía  repararme.
Busqué  por todo el bosque al mago extraño y desagradable, sus hechizos  y revoltijos sólo el los entendía, alababa y respondía.
 Entonces, en proceso de reparación, divisé una semillita de condimento que palpitaba suavecito y tierno en su lugar.

Yo sentí que de mi árbol salió  una pantera, se movió  por mis ramas tratando de escuchar de dónde  venía ese latido, curiosa,  quería descifrar por qué  podía ser tan dulce en un ambiente tan agrio.
Así  vi a la pantera tratando de ser pequeña  y desapercibida, quería caber en cualquier capullo que le permitirá saber qué  era ser "semilla".

Y cada día que se sentía ese palpitar, la pantera salía tímida de mis ramas, miraba con precaución y se movía a tientas para no asustarla, sólo quería saber qué  plantita brotará de tan tierno tamborcito.
Y, un día que la semillita no se vio más, la pantera saltó  de mi árbol  y escarbó la tierra buscando la semilla, recorrió ríos, montes y miró  el cielo, pero no la encontró.

La pantera no buscaba nada, así  que regreso a buscar cobija y abrigo en mi. Nos había tocado tanta tempestad, que sólo  se obligó a enfocar en mi rama rota, se quedó lejos de ella para no ayudar a que ambas nos rompieramos más.

Pero antes que el otoño diese paso al invierno, vimos, la pantera y yo, aparecer una hojita rara y desconocida. Yo le presté  altura y calzado para que se acercara cautelosa, para que su negro color no le espantara. 
Pero la matita de semilla ya tenía frutos, ya tenía vida,  todo a su alrededor estaba calzado. Y la pantera, la pantera curiosa sólo quería  escuchar el palpitar.
Así  se quedó, merodeando a los pies de mi tronco y a distancia de la matita. 

Tanto, tanto se paseó  la pantera para escuchar el corazón  de la matita, que esta  un día estiró su hojita y le rozó  el alma.
La pantera, entonces, se salió  de mi protección y se quedó  haciendo camino, esperando ser rocío, solcito, cascarón de caracol, ser lo que fuese para vibrar su alma así  otra vez.

Entonces, viento, quiero contarte que se me olvidó  tu brisa, que no quise más  bailar a tu ritmo, a tu tempo. Quiero contarte que tanto caminó  la pantera alrededor  de la matita, se que encendió  su caminar, que sus patas hicieron brasas, que ese fuego se extendió  hacia mi y me quemó
Mi madera ardió  tan fuerte que olvidé  de nuevo nutrirme para seguir floreciendo, que olvidé  el agüita para hidratar mis hojas...


[Leer con "Carta" de Silvana Estrada de fondo]

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