viernes, noviembre 16, 2007

Falso apego

Acabo de llegar y el vacío ni siquiera me da opinión,... La sorpresa cada día se hace mayor y me agradezco por la distancia a favor de mi bienestar, sólo gané yo, nadie más perdió nada y está bien, pero las palabras obligadas me enervaron y las notas de acuerdo con las caras también, la indiferencia total presente en el salón me tiene un nudo en la cara y no me deja ver más allá de lo que queda, en todo caso es tan mínimo, tan insignificante, tan escueto y tan frío, como lo fui yo escribiendo en un papel por ellos, pero está bien sólo fueron abrazos muchas veces no válidos. Se borró todo el contenido de mi mente y la decepción no me permite concebir las efigies, no se rememoran las sonrisas locas, ni los llantos agobiados, no se le permite a la alegría servir la cena esta noche, ni siquiera la tristeza tiene morada asegurada luego del ocaso, está consentido el desocupado corazón mientras se da cuenta que no tiene sangre que bombear porque toda se ha acumulado moviéndose a otro cuerpo, y no hablo de amor, es de amistad, en la que gélidas, las frases, se entusiasman con lo correspondido encarado con los sentimientos, y duelen más las caricias que con tersura y sin sentido, de lo que se vive, se dieron, y se quiebran las veladas dedicadas a la misma escoria que se enlazaba frágil conmigo y que un leve cambio rompe con el susurro de sus letras... Así arribaba la mañana y se esparcía con empuje por lo que quedaba del día y tenía pecas salpicadas de raza en los hombros, que los hombres no logran percibir lo complejo de las almas de otros, aquí todos fuimos gladiadores y nos ganamos en penosa batalla, pues aquí todos fuimos leones derrotados por nuestras lanzas, y salimos más heridos quienes entregamos más en la lucha, pero no por eso perdimos. Se fracturó la base sencilla y se despojó de las joyas a los reyes de la risa, se desfiguraron sus rostros con látigos ardientes junto con las dolorosas y punzantes agujas arriadas hacia los codos secos e indiferentes...
Te cuento que no tengo enemigos, sólo rivales y glaciares, témpanos abismales en distintos sacos, que los primeros son competencia y los otros se hacen nada con mi sol, mi sol que hoy hermoso amo, desplazando el otoño que acongojada me tuvo, me castigó este año con la pérdida ineludible de las hojas que desolaban mi ánima y me advertían lo seco del desierto de nieve. Se mutilaron los párpados extensos y las curvas negras en los ojos se arrancaron de raíz, dejando llanas las laderas de los montes mientras le abrían paso a emotividades de minutos, y no hablo de amor, hoy hablo de deseo. Pero la falacia de simpatía, se apodera del plano y evita esos temas, cautiva los botones de flores a punto de abrir y los colorea imperceptibles, inoloros e inaudibles, insípidos los pétalos ni, al tacto encontrables, vacíos de sangre... El corazón infecundo hoy es consentido, se fragmenta yendo cada en parte en búsqueda de lo que explique el desamparo, luego se sienta, sólo sin tristeza ni alegría, pues en esta mesa hoy no tienen cabida.

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